jueves, mayo 10, 2007

Especial. Serie: Adherentes Zapatistas en Lucha


La lucha por un techo

Historia de una mujer pueblo que se abrió paso en la vida defendiéndose
y defendiendo a los demás por una vivienda

Por Margarita Salazar

Mexicali, México, 10 de mayo.- Humea la sopa de letras en un cuarto de
dos por tres metros, en un predio ocupado *a la brava* en esta
ciudad, capital del norteño estado de Baja California. Seis pequeños
esperan ansiosos que sus platos de plástico sean servidos. El delicioso
aroma de la pasta hace más grande el apetito de las niñas y niños,
alrededor de una mesita cuadrada con un anuncio borroso de cerveza en el
centro; sus cuatro hermanos mayores comen en donde pueden. **Qué rico
está este bistec, verdad?*, dice su madre al ver las expresiones de
alegría mientras sus hijos se llevan la sopa caliente a la boca. **Sí,
está bien sabroso!*, responden unos, mientras otros dan grandes
mordidas a la carne imaginaria. Todos celebran la ocurrencia con risas y
carcajadas.

Hasta en los momentos más adversos, la mujer bromista que siempre ha
sido doña Gloria ha mantenido un sentido de buen humor que para algunos
pareciera inconcebible. Madre de diez hijos, más de media centena de
nietos y otros tantos biznietos, Gloria López Pérez, sigue echando
desmadre a sus 70 años, para conservar el ánimo en la lucha.

El sentido maternal de doña Gloria, la convirtió en *la abuelita*
de varios integrantes de organizaciones sociales, colectivos e
individuos que participaron en el campamento instalado en El Mayor,
Cucapá *a 57 kilómetros al sur de Mexicali- en apoyo a los pescadores
indígenas, que concluirá a finales de mayo.

Los campamentistas de la enramada -a un costado del centro de
operaciones de los comandantes zapatistas responsables de recorrer la
región noroeste del país- conocida como la fortaleza, escucharon las
bromas de la abuelita y no desperdiciaron alguna oportunidad para
aprender sus *conjuros*, pedirle bendiciones o esperar que su boca
de profeta comunista les diera las gracias, acompañadas de un *que
Dios te lo pague con sexo*, después de una buena acción.

Como *verdadero pueblo*, doña Gloria se expresa de manera libre y
directa al narrar sus batallas frente al gobierno, pleitos que le
costaron represión y cárcel, y que la han convertido en una luchadora
ejemplar en beneficio de quienes nada tienen, en favor de la gente de
abajo. Su temple de acero le ha permitido sacar provecho de las
situaciones más desfavorables, como cuando fue encarcelada por la lucha
social pero luego liberada por organizar a las presas que exigían sus
derechos.

Defenderse entre todos

Cuenta doña Gloria que nació en el barrio bravo de Tepito, el 27 de
agosto de 1937. *Mi barrio siempre ha sido señalado por el gobierno
como un foco rojo, conflictivo. Siempre ha sido así*, dice al
referirse al lugar donde vivió una niñez difícil.
Su padre era alcohólico y para ganarse la vida, trabajaba como ayatero.
Los niños acudían a un tiradero de La Merced donde pepenaban verduras en
buen estado, que posteriormente vendían.

De niña, Gloria iba descalza a la escuela y no tenía zapatos para
recibir su certificado de primaria pero la directora le regaló un par de
zapatos nuevos.

Desde chiquita, Gloria aprendió a defenderse de los abusos. Su
madrastra, quien era originaria de Oaxaca, le enseñó a impedir que
alguien le pegara o maltratara. Frecuentemente, los policías llegaban a
quitarles su mercancía. *Todos nos defendíamos pues si lastimaban a
uno era como si le pegaran a todos*, recuerda doña Gloria quien
comenta que la respuesta de los agresores era descalificar la
solidaridad de las mujeres, gritándoles *montoneras*.

Ya como madre de diez hijos, se convirtió en *mamá gallina*. *Los
enseñé a defenderse, a trabajar y a valerse por sí mismos*, comenta
luego de mencionar que la mayoría de sus descendientes apoyan La Otra
Campaña zapatista.

Un día, una amiga le dijo que en Mexicali había mucho trabajo. La vida
era muy difícil en el Distrito Federal así que no lo pensó mucho, se
dirigió a la estación de ferrocarril y se vino al norte en el
*burrito*. Corría el año de 1982.

Trabajó en lo que pudo. Comenzó como ayudante en un puesto de hot dogs
donde también preparaban burritos de harina. Sin tener donde pasar la
noche, Gloria y sus hijos fueron a parar a uno de los lotes que después
se convirtió en la colonia Robledo. Recién llegada, se enteró que
*estaban regalando terrenos*. Habló con el dirigente de los
colonos y la organización le dio un lote de 20 por 8 metros, localizado
en la Delegación González Ortega.

Así comenzó su lucha por la vivienda y los servicios. Algunas veces
tuvo que lavar ropa ajena; aparte de cuidar a los retoños, empezó a
organizarse con las vecinas.

La lucha por la vivienda

Al entonces gobernador por el Partido Revolucionario Institucional
(PRI), Xicoténcatl Leyva, no le gustaban los asentamientos irregulares
por lo que mando a la policía estatal a reprimir a los ocupantes. El
saldo fue de 6 dirigentes encarcelados.

Durante ocho meses, los colonos trabajaron para liberar a los presos al
tiempo que luchaban por obtener los servicios de electricidad, agua y
drenaje. Los colonos eran apoyados por Javier Salivie Atengo, un
sociólogo de la Universidad de Mexicali.

Gloria se dio cuenta de que *tenía facilidad para agitar a la
gente*. Pronto los colonos organizaron una marcha grande,
encabezada por ella. Por aquél tiempo ella no tenía ni idea de cómo se
estructuraba una organización, lo único que tenía claro era que sus
demandas eran justas, además de que no le gustaba seguir órdenes de
nadie.

Eran cientos de familias las que salieron a las calles a manifestarse
ante la prensa y el gobierno. Fue tanta la presión popular que el
gobierno tuvo que pagar la fianza para liberar a los presos. Sin
embargo, de manera hábil, el gobierno comenzó a dividir a los dirigentes
y algunos abandonaron la lucha. Sólo los más conscientes siguieron en el
predio.

Desde entonces, en Mexicali había *muchísima gente sin casa y sin
nada*, dice Gloria López. Entonces, los sin techo formaron la Unión de
Colonias Populares (UCP) y comenzaron a repartir lotes con un cuarto.

Después, los organizadores se decepcionaron *porque cada quien jalaba
agua para su molino* y decidieron trabajar por su cuenta. De 1980 a
1990, mucha gente llegaba del sur con la idea de cruzar al otro lado
pero la mayoría se quedaba en Mexicali; de éstas, unas cien mil personas
consiguieron vivienda en ese tiempo.

Los trabajadores organizados fundaron las colonias Robledo, Ciprés, El
Polvorín, Solidaridad, Hidalgo y Encino. En la colonia Robledo las
vecinas comenzaron a organizarse eligiendo a jefas de manzana; Gloria
fue nombrada  representante de todas.

Narra que el gobierno priísta dio dos golpes fuertes a los colonos
organizados. En 1987 la policía llevó a cabo el desalojo de 4 manzanas.
La propuesta del gobierno era reubicar a las familias a otro predio que
después se convirtió en la colonia Hidalgo, alegando que el predio de La
Robledo ya tenía dueño.
La represión fue muy fuerte y a causa de ello un niño perdió la vista
durante un mes como consecuencia del gas lacrimógeno.

Los colonos perdieron el predio de El Ciprecito y entonces se dieron
cuenta de que su lucha sería más efectiva si se unían a una organización
con mayor fuerza, fue así como se sumaron en 1988 a la Asociación de
Comités del Pueblo (ACP), organización en la que hasta ahora destaca la
participación de la profesora Graciela Romo Rodríguez.

Para lograr la liberación de los presos, los colonos nombraron
comisiones, entre ellas, una que era integrada por dirigentes que serían
los interlocutores ante el gobierno. Gloria fue parte de ésta.

A pesar del antagonismo con el gobierno, el carácter de Gloria siempre
le ayudó a conseguir las demandas de los colonos. Ahí aprendió que lo
más importante en las luchas frente al Estado es elaborar un pliego
petitorio bien preciso y aunque a veces no había condiciones, las
colonas siempre se las ingeniaban para redactarlo. En una ocasión
tuvieron que escribir la lista de necesidades en un pedazo de cartón.

Para salir bien librada de los enfrentamientos con el gobierno, Gloria
López tenía bien claro que lo que hacían era porque existían muchas
necesidades nunca atendidas por el gobierno y por la urgencia de *que
se hiciera justicia*.

La dirigente se considera *una mujer ignorante que a duras penas
terminó la primaria*. Sin embargo, en los hechos, demuestra lo
contrario.

-       *Qué fregón es usted, quiere todo pa* allá*, llegó a decir
al primer mandatario. *Yo no se hablar con adornos. Si usted me habla
así como lo está haciendo, yo no le voy a entender. Nosotros somos el
verdadero pueblo; somos gente sencilla y nuestro vocabulario es ése*.

Su manera franca de dirigirse a las autoridades provocaba enojo entre
quienes presenciaban las reuniones. *Esa señora te ofende y tú no te
encabronas*, decían sus allegados al gobernador.

De la migración al hacinamiento

En aquéllos años, la migración del interior de la República no parecía
tener fin, sino al contrario, aún antes de la firma del Tratado de Libre
Comercio, la oleada de recién llegados iba en aumento, convirtiendo a
las personas en busca de empleo en perfectos candidatos para formar
ciudades perdidas, asentamientos irregulares, predios ocupados o
terrenos de paracaidistas.

Gloria explica que para ayudar a los inmigrantes que llegaban a la
ciudad totalmente desamparados, los colonos organizaban grupos que iban
a recogerlos a la estación del ferrocarril.

En los arrabales ya establecidos se corría la voz de que pronto se
realizaría una invasión, la cual generalmente se hacía de noche. *La
gente llegaba solita* para participar en la toma de los predios.

De la noche a la mañana, los lotes abandonados se transformaban en
asentamientos humanos. Los nuevos colonos construían  un cerco de madera
de dos metros y levantaban chozas improvisadas *cuartitos*, - les
llama doña Gloria- a base de madera, cobijas y láminas de zinc. Los
techos de este material convierten a los cuartos en verdaderos
congeladores durante el invierno y hornos calientes durante el verano.
Sin embargo, son muy utilizados por resultar baratos o porque fácilmente
se encuentran en los tiraderos. No es raro encontrar personas muertas en
sus cuartos por las extremas temperaturas.

En las nuevas colonias asentadas se creaban lazos de solidaridad,
sostenidos por las necesidades comunes. Las vecinas de las colonias ya
establecidas se organizaban para llevar a los nuevos vecindarios agua y
otros alimentos.

**Por qué nos matas?*

En cada toma de tierras, los vecinos tenían que enfrentar a los
granaderos. Debido a que en la mayoría de los asentamientos había muchos
menores, estos se convertían en la población más vulnerable.
Las condiciones de vida en los predios son sumamente insalubres por la
escasez de agua y las altas temperaturas que en  la ciudad llegan a
derretir hasta la suela de los zapatos.
Varios niños se enfermaban durante las tomas de predio. En una ocasión,
uno de ellos murió pues el cerco policiaco les impedía entrar o salir
del terreno ocupado. *Ni al médico lo dejaron ir. Nosotros fuimos a
velar al niño al palacio de gobierno*, recuerda Gloria quien agrega
que en mantas, carteles y a viva voz, los colonos recriminaban al
gobierno: **Por que nos matas?*. La respuesta era enviar más
policías.

*Y vino la represión**

Las cosas no cambiaron con la llegada del Partido Acción Nacional (PAN)
al poder del estado. Ernesto Rufo Appel, quien fue el primer gobernador
del PAN, en Baja California, incrementó la política de mano dura contra
los *invasores* y a diferencia de sus antecesores priístas, éste
*no quería negociar nada*.

A principios de 1990, unas 700 familias se apoderaron del predio
Solidaridad pero el gobierno les dio un ultimátum de 30 días para que
abandonaran el terreno bajo el argumento que ya había sido otorgado a
los empleados de la Secretaría de Agricultura y Recursos Hidráulicos
(SARH).

Rufo  Appel ofreció a los colonos  2 mil contratos que les permitirían
regularizar sus terrenos en un predio distinto pero tiempo después el
gobierno se retractó  y solo reconocía mil contratos.

Mientras las familias se dirigían a los nuevos lotes, el gobernador
envió a alrededor de 20 empleados de Inmobiliaria, la dependencia del
gobierno encargada de los bienes estatales. También mandó a cientos de
judiciales, policías antimotines y del municipio.

La presencia de los granaderos provocó mucha tensión en el lugar. Uno
de los uniformados golpeó a una mujer y las cosas se pusieron
*cabronas*, platica Gloria. Seis mujeres que protestaron por la
presencia de los policías, fueron detenidas.

Los ánimos se calentaron aún más en Mexicali. Al ver la actitud de los
policías, los inconformes rodearon a los empleados del gobierno y les
advirtieron que no podían abandonar el lugar. Esto provocó que los
uniformados apuntaran sus armas hacia la gente.

Al ver esto, una vecina  conocida como *Mi Pueblo* levantó un
recipiente con gasolina, mientras Juana González sacaba un cerillo.
Mostrándoselos al jefe de la policía, ambas advirtieron que si
disparaban, ellas prenderían fuego al lugar.

La abuelita, quien se encontraba con las familias que aun no salían de
La Robledo, fue alertada de los acontecimientos y procedió a solicitar
la solidaridad de sus compañeros de la universidad y de todas las
organizaciones sociales del área; también avisó de la situación a la
prensa local y de San Diego. La noticia del conflicto corrió como un
reguero de pólvora y en pocas horas llegaron abogados de derechos
humanos y las televisoras del otro lado, arribaron en un helicóptero.

*Esto se llama secuestro*, advirtieron alarmados los abogados.
Gloria explicó que como los policías llegaron armados, a la gente no le
quedó otro remedio que defenderse con piedras y palos. Además, justificó
la retención de los funcionarios del gobierno como una forma de presión
para que la policía liberara a las mujeres detenidas.

El Procurador  de Justicia del estado intervino para buscar una salida
negociada al conflicto pero lo primero que hizo fue exigir la libertad
de los empleados de gobierno. Gloria insistió en que éstos quedarían
libres sólo cuando fueran liberadas sus compañeras.

Gloria sentía una gran responsabilidad sobre su espalda, admite que
sintió miedo pero supo ocultarlo. *En casos así, de uno depende
tantísima gente. Yo siempre pienso en los niños*, reflexiona.
*Si estos *jijos de la chingada nos reprimen, va a ser una
matanza*, pensaba en ese momento.

Rodeados por cientos de policías fuertemente armados, los colonos
colocaron una mesita y dos sillas en el centro del predio. Frente a
frente, Gloria dijo: *Mire procurador: nosotros confiábamos en la
palabra del gobernador. Nosotros tuvimos un acuerdo en donde está su
firma; él no cumplió ese acuerdo. La gente actuó de acuerdo a las
injusticias, aquí hay comunidad*.

El representante de la justicia no mostraba voluntad de solucionar el
conflicto por lo que Gloria dijo que los colonos solo aceptarían como
intermediario a un funcionario de apellido Morgan, quien no tenía ningún
cargo relacionado con la impartición de justicia pero que mostraba
interés en encontrar solución a los problemas de vivienda. Mientras
tanto, los policías continuaban apuntando sus armas a la mesa de
negociación.

-       *Bola de estúpidos, nosotros no tenemos armas*, dijo Gloria
al procurador, quien tuvo que retirarse sin llegar a algún acuerdo.
Cuando Morgan llegó, los colonos ya habían elaborado una lista de
demandas.

La oferta de Morgan fue que él se quedaría en el lugar hasta que se
arreglara el problema a cambio de que permitieran la salida de los
empleados del gobierno. Los colonos aceptaron el convenio pero también
exigieron la libertad de sus compañeros.

Luego de que ambas partes hicieron trato, unos 20 trabajadores del
estado salieron uno por uno. *ahí salían con su librito*, recuerda
la líder de los colonos, quien menciona que éstos encontraron las
llantas de sus vehículos sin aire.

*Ahora *Qué sigue?*, se preguntaba doña Gloria preocupada. *La
compañera* como le llaman ahora los militantes del Partido de los
Comunistas, del que también es parte, parece revivir los hechos mientras
platica.

*Ya vio cuánta criatura hay aquí. Hay muchas personas que necesitan
dar un techito a sus hijos. Ustedes, para darles vivienda les piden
fuente de ingresos. Ustedes mismos orillan a la gente a esto. Nosotros
nada más los organizamos, porque yo pertenezco al pueblo y todos
sufrimos lo mismo*, dijo al funcionario.

Morgan logró retirar a los policías y ofreció una negociación directa
con el gobernador. Eran como las 7 u 8 de la mañana de un domingo. El
gobernador nunca los recibió y los colonos procedieron a instalar un
plantón en el palacio de gobierno.

Al día siguiente, los titulares de los periódicos decían que había una
orden de aprehensión en contra de Gloria; los abogados recomendaron que
las cabezas del movimiento no abandonaran el lugar y mientras se definía
la situación, la gente de las colonias les llevaban agua y comida.

La determinación de no dejarse intimidar, hizo que los medios
oficialistas se refirieran a Gloria, sus hijas y compañeras como *las
perras bravas*, calificativo que no desmoralizaba a las colonas sino
al contrario, les daba más coraje para seguir en la lucha.

Gloria se negaba a aceptar el recurso de amparo porque pensaba que
hacerlo equivaldría a aceptar una culpa pero finalmente lo aceptó por
recomendación de los abogados.

A organizar hasta en la cárcel

Horas más tarde, Gloria y dos de sus hijas fueron arrestadas mientras
salían del plantón. Las tres fueron encarceladas algunos días. Ahí se
dieron cuenta del maltrato que sufrían otras reclusas, quienes al
enterarse que ellas eran presas políticas, las llamaban para pedirles
ayuda.

Las presas vivían encarceladas bajo condiciones insalubres pues por
ejemplo, en los sanitarios nunca había agua y la comida era pésima. Cada
mañana, las autoridades del penal pasaban revista a todas, exigiéndoles
que mencionaran su nombre y el delito por el que estaban encarceladas.
Un día, las presas advirtieron al director del penal que no pasarían
lista hasta que sus exigencias fueran cumplidas. Todo mundo se dio
cuenta que el descontento en la cárcel había sido organizado por doña
Gloria, por lo que el gobierno optó por sacarla lo más pronto posible de
la prisión.

Cuando Gloria se entrevistó con el gobernador, ella le dijo: *usted y
yo dimos nuestra palabra*
-       *Yo soy el representante de toda Baja California*, le
respondió en tono arrogante.
-       **Y usted cree que puede tratar a la gente así? Usted no es
nuestro papá. Nosotros le pagamos el sueldo; usted está mordiendo la
mano que le da de comer*.
-       *Sobretodo tú, Gloria-, comentó burlón.
-       *Pues todos los que compramos tortillas y otras cosas; en cada
producto van nuestros impuestitos, ahora multiplíquelo por miles *Cuánto
dinero es?
-
El mandatario pidió hablar a solas con ella. -Nos hablamos al chile
pelón-, confía doña Gloria.
-**Por que jijos de la chingada haces esto? *Por que declaras que soy
incompetente?, le reclamó el gobernador.
*Pues usted no cumplió su palabra*, le dijo ella con una sonrisa de
oreja a oreja. Un año después, los colonos lograron la regularización de
tierras y la introducción de agua, luz y otros servicios públicos.

**Usted sabe lo que es amanecer entre comprar un kilo de frijoles y
tortillas y pagar el predial? No, ustedes no saben nada de eso, por eso
no entienden a la gente*, decía invariablemente doña Gloria a las
autoridades.

**Para qué tienen tantos hijos?*, le respondían los gobernadores en
turno **Por qué no usan anticonceptivos?*
- **Y con qué dinero? Para la gente pobre, que no tiene nada, el sexo
se convierte en una necesidad para soportar su dura vida. Por eso hay
tanto hijo*, opinaba doña Gloria.

Vivienda a fuerza de organización

Lo más difícil para los mexicalenses pobres, la mayoría de los cuales
trabajan en maquiladoras y fábricas de empresas multinacionales, es que
no cuentan con una vivienda digna que los proteja. Muchos de ellos viven
hacinados con familiares, en condiciones más que precarias.

Gloria López explica que para que el gobierno proporcione recursos de
los programas de vivienda, las dependencias exigen a los solicitantes
contratos, enganches y abonos de acuerdo a sus ingresos, el número de
hijos que tienen y los pagos que hacen por los servicios, requisitos muy
difíciles de cubrir. Esto obliga a los sin casa a organizar
movilizaciones sociales.

Gracias a la organización y la presión social, los hijos de los obreros
logran contar con su propio espacio. Las victorias de sus luchas, dice
doña Gloria, se deben a su integración a la ACP, organización de masas
del que fuera el Partido de la Revolución Socialista (PRS), del extinto
Alejandro Gascón Mercado. Este partido más tarde se convirtió en el
Partido de los Comunistas, encabezado hasta hace poco por Sergio
Almaguer Cosío, quien falleció de un paro cardíaco mientras acompañaba
la primera etapa de La Otra Campaña zapatista por Nayarit.

Trabajo de Hormigas

A pesar de que la abuelita piensa que *el futuro esta de la
rechingada*, considera que lo bueno de luchar por un cambio social es
que no estamos solos *lo que pasa es que cada quien lucha por su
lado*.

Al referirse a los cambios implementados por el gobierno que afectan a
la gente pobre, doña Gloria menciona que antes tomaba el tren desde
Mexicali para visitar a sus hijas que viven en el DF. Lamenta que el
ferrocarril dejara de existir al ser privatizado. *Nosotros viajábamos
en el burrito tres días y tres noches porque era barato. A los
extranjeros no les importa que tengamos algo que nos sirva*, asegura.

López confía en que los pobres finalmente se organicen para la lucha a
pesar de que la mayoría de la gente no participa debido a que tiene que
trabajar y *si falta un día a la fábrica, le descuentan dos días y sus
vales*.

*La gente se la pasa como burro en las máquinas para llevar un pedazo
de pan a los hijos; el padre y  la madre se ven obligados a trabajar y
se pierde la unión familiar pero aún así hace falta organizarse*,
dice.

*Cada día es mas difícil una rebelión nacional pues lo hijos se
vuelven pandilleros y mucha gente piensa que no se puede* a veces yo
misma me pregunto: **Cómo pude?* Como verdadero pueblo, creo en
Dios*, concluye doña Gloria quien comenta que es la única persona
que cree en Dios y al mismo tiempo es parte de un partido comunista, al
fin y al cabo, piensa que *Jesucristo fue el más grande comunista*.


A pesar de las incertidumbres, la abuelita cree que *es necesario
hacer un trabajo de hormigas porque hay un *lavadero de coco* muy
grande en épocas electorales cuando los candidatos prometen el cielo y
las estrellas. Nosotros no le creemos a ese güey, cuando antes nadie ha
cumplido*.

*Tenemos que hacer trabajo de hormigas para ayudar a la gente a ver
la realidad, aunque nos costara convencer que no voten por los que nos
parten la madre*si ellos nos friegan por medio de las elecciones**,
reitera.

Doña Gloria atesora mucha experiencia. La vida la ha colocado en un
papel de dirigente, siempre a la cabeza de su familia -que considera un
verdadero clan-, hasta su colonia, municipio y estado. Irónicamente, los
trabajadores de gobierno que fueron utilizados como rehenes de las
autoridades durante el desalojo de La Robledo, acudieron en su ayuda
cuando meses más tarde iban a ser despedidos por un presunto recorte de
presupuesto.

Gloria dio la cara por ellos y tras una fuerte lucha, estos solo fueron
reubicados en diferentes dependencias. **Cómo se me ocurrió defender a
los burócratas?*, Se pregunta incrédula, pero luego comenta que
siempre es bueno tener aliados *en todas partes*  pues así uno puede
luchar mejor.

A pesar de las tentaciones del gobierno, que le ha llegado a ofrecer
dinero, además de ofertas de casas para sus hijos, Gloria López se ha
mantenido firme en sus convicciones.  *Uno tiene que luchar*, dice y
recomienda compartir con el pueblo habilidades y conocimientos. *No te
lleves a la tumba lo que sabes. Enséñalo*, aconseja.
MS/RR
Fin de la transmisión